domingo, 2 de septiembre de 2012

DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO


     Las purificaciones que se practicaban en el Antiguo Testamento no se hacían por meros motivos de higiene o de urbanidad, sino que tenían un significado religioso: eran símbolo de la pureza moral con la que hay que acercarse a Dios. En el Salmo 24, que formaba parte de la liturgia de entrada en el Santuario de Jerusalén, se dice: ¿Quién subirá al monte de Yahvé y quién permanecerá en su lugar santo? El hombre de manos inocentes, de corazón puro.... La pureza de corazón aparece como una condición para acercarse a Dios, para participar en su culto y ver su rostro. Pero los fariseos se habían quedado en lo exterior, incluso habían aumentado los ritos y su importancia, mientras descuidaban lo fundamental: la limpieza del corazón.

La confesión
     Acudamos al Señor en el confesionario para purificar nuestro corazón, para que el Señor limpie todas nuestras malas inclinaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.