viernes, 14 de septiembre de 2012

EL ARBOL DE LA VIDA



     La Cruz, aunque instrumento de castigo por los romanos, se convirtió en camino hacia la Resurrección. El madero, instrumento de muerte, se volvió Árbol de la Vida. Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

    La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

     La Cruz es el símbolo cristiano por excelencia, el símbolo más alto de la identidad cristiana». Precisamente, lo absurdo de la cruz, «escándalo por los judíos y necedad para los paganos» (1 Cor 1,23), se convierte en el símbolo del amor de Dios, la medida de su amor y la expresión de un amor sin medida. Desde siempre considerada como instrumento de una muerte infame, reservada a los malhechores, a través de Jesús se convierte en la puerta para la vida eterna, el principio de la resurrección.


     El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

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